Con la Semana Santa llegó mi anhelado
viaje al norte, a Asturias y concretamente a Salinas.
No lo puedo considerar como un
surftrip propiamente dicho ya que la principal finalidad del viaje era ver a mi
hija Júlia, que actualmente reside allá.
Como era de esperar el tiempo
predominante fue el frio, la lluvia y el viento ¡el gallego que no se queda
corto!
Nuestro primer día allí el clima
fue benévolo, en Salinas teníamos un maretón impresionante, grande y muy
revuelto. Júlia optó por una cala resguardada en la que pudimos disfrutar de un
bañito, pequeño, pero ordenado y glassy.
Al día siguiente entró el
gallego. Fuimos hasta Tapia de Casariego para ver un Campeonato Mundial de Surf. Pensé: “suerte que yo no he de entrar” ¡Olones con una potente ventisca! Nos
conformamos con disfrutar más del pueblo que del campeonato debido al mal
tiempo. Por la tarde nos perdimos por la ruta de las cascadas de Oneta,
aprovechando su proximidad.
El gallego nos acompañó un día más
y rendimos tributo a Oviedo para finalizar el día saboreando Santa María del
Naranco.
Finalmente llegó nuestro día de
Salinas y entendí el porqué le llaman "la ciudad
del surf." He estado solamente tres veces en esta localidad y siempre había
visto maretones. Este día era de una belleza inigualable, líneas perfectamente
ordenadas y abriendo, tando de derechas como de izquierdas ¡una maravilla de la
naturaleza!
¡Han sido unos días maravillosos! La gran ilusión de viajar al norte, de recorrer el territorio asturiano, pero sobre todo por surfear con Júlia. El amasijo de experiencias ha convertido este viaje en un cóctel exquisito.