Flama es mi tabla de surf de madera de paulownia, ecológica y hecha expresamente para mí. El shaper que ha realizado este cuidadoso trabajo es Sergi Galanó. En este blog intentaré exponer mis emociones, las sensaciones y los pequeños avances que voy realizando con mi apreciada Flama. A la vez iré explicando mis inicios en el surf y alguna que otra historia.

viernes, 29 de enero de 2021

Recuerdos que surgen los días de confinamiento

Ya hace casi un mes que volvemos a estar confinados en Barcelona. Finalmente he optado por ir algún día a surfear a Barceloneta, o más bien a intentarlo entre esa aglomeración negra de cincuenta o sesenta surfistas.

En el agua la sesión se convierte más en un rato de meditación que propiamente en surf. Uno de los días que he ido decidí situarme más al fondo, en la zona long –quizás algún día pueda aprender a surfear con long- no conseguí ni una ola, a pesar de remarlas con ganas, pero sí la paz que busco normalmente en el agua.

Esa paz me trasladó a unos de esos días ampurdaneses que vas buscando medio metro y te encuentras metro largo y de los buenos. Era tan grande y solitario que dudé en entrar, por suerte vi que otro surfista se cambiaba y entramos los dos, cada uno en una punta diferente del pico para no molestarnos, pero lo suficientemente cerca para sentirte en compañía.

Entre series el mar se aplanaba para facilitarnos la entrada. Las olas rompían a derechas e izquierdas. Surfeé algunas olas y caí en otras. Conseguí una de sus esplendorosas izquierdas, de esas que si ves una foto siempre tienes envidia de no ser el de la foto. Evidentemente no la tengo, pero si el recuerdo.

Fue uno de esos días que me gustaría ser una buena surfista para poder exprimir más cada ola, aprovechar cada centímetro de su pared y alargar más su recorrido. No es el caso y me he de conformar con lo poco que sé, con el miedo que siento al remar alguna ola un poco grande y con la inseguridad que tengo en muchas ocasiones. Todo esto queda compensado con lo mucho que disfruto cuando me deslizo por una pared por pequeña que sea, cuando remonto y subo y bajo las olas que aún no han roto, y remo y me siento y contemplo ese mar que me fascina.


Decidí finalizar esta mágica sesión ampurdanesa cuando al ponerme de pie en la tabla uno de mis pies estaba tan insensible que parecía que fuese de hielo y que se me iba a resquebrajar por todas partes. Acabábamos de empezar enero, era el día 2 concretamente, y no llevaba escarpines.

Me hizo volver a la realidad el murmullo del masificado grupo de surfistas.