Esta vez el viaje ha sido diferente, hemos ido en dos coches, ya que Julia y Raúl estaban en Barcelona. Solo hemos estado cuatro días, pero muy completos, con un poco de surf y otro poco de montaña acompañados con unos buenos tentempiés.
Como es habitual, siempre hay algún día de viento y mucha mar que aprovechamos para descubrir la ruta de río Ñora. Está muy cerca de Gijón. El camino baja serpenteando a través de un apacible bosque de robles, sauces, saúcos y otros árboles de los que desconozco su nombre. Nos guio el río gran parte del camino y Nana pudo disfrutar de innumerables baños en sus pequeñas piscinas naturales.
El final de la senda tiene un gran premio: la playa de la Ñora, muy bonita, no muy grande y flanqueada por acantilados. Ese día había bandera roja debido al fuerte oleaje, al viento y a la corriente, por lo que
no pudimos disfrutar de sus aguas, ni surfeando ni con un simple baño.
Después del surf nos fuimos todos a comer a casa de mis consuegros, en un pequeñísimo pueblo, localidad del concejo de Siero, perteneciente a la parroquia de Lieres. Un hermoso lugar en el que puedes encontrar un duende escondido en cualquier rincón del bosque. Nos recibieron mejor que a unos reyes y nos hicieron una muy buena comida, unas cebollas rellenas de bonito y de segundo plato cordero asado, criado por ellos. Uno de esos días que quedan en el corazón para siempre.
Y por esta vez, con esa afectuosa acogida, acabamos nuestra estada asturiana. No encontramos ningún duende por el bosque, pero sí dos nuevos amigos con los que podremos compartir más vivencias en nuestros próximos viajes.