Hay temporadas que no son fáciles
y gracias al surf estas épocas son más sufribles. Descubres el camino, asimilas
que hay que mirar adelante y ver hacia dónde quieres llegar. Ir a surfear sanea
la mente, alivia el dolor y aviva la realidad, borra los fantasmas nocturnos y
hace que te encharques en una energía positiva. Es igual si la sesión es muy
buena, buena o incluso mala o muy mala, siempre retornas envuelta de esa
energía que exclusivamente te la proporciona el mar.
Ayer tuve una sesión con pequeñas olas de un verde
esmeralda profundo, con un cielo tremendamente negro, repentinamente se agrietó
y dejó paso a un rayo de sol abovedándose el cielo con un espléndido arcoíris. Hay días que es
tan bello que, aunque no quieras, emerges del agua con una sonrisa y el rostro
iluminado ¡Una lástima no tener foto del
arcoíris!