Flama es mi tabla de surf de madera de paulownia, ecológica y hecha expresamente para mí. El shaper que ha realizado este cuidadoso trabajo es Sergi Galanó. En este blog intentaré exponer mis emociones, las sensaciones y los pequeños avances que voy realizando con mi apreciada Flama. A la vez iré explicando mis inicios en el surf y alguna que otra historia.

jueves, 30 de julio de 2020

Un nuevo viaje hacia el norte


El 30 de julio emprendemos un nuevo viaje hacia el norte. Nana hace unos días que está de vacaciones con Júlia y Raúl y vamos a buscarla.

Esta vez hacemos noche en Santander, un amigo nos deja una preciosa casa, con insuperables vistas, ubicada sobre los acantilados de la playa de la Arena. No tengo palabras para describir lo que es dormir y despertarse con el arrullo del oleaje. La vivienda solo tiene una pega, no tiene un acceso directo a la playa desde el acantilado y para tocar el agua necesitas media hora de coche, has de bordear una interminable ría.

Después de nuestra breve y agradable estancia en tierras santanderinas, al día siguiente nos dirigimos a Gijón.

     

En esta ocasión hemos surfeado dos días. El primer día fuimos por la tarde a Playón de Bayas, estaba grande, desordenado y con corriente. Al principio decidimos no entrar, pero yo siempre me arrepiento de no hacerlo y a última hora, cuando los socorristas quitaron las banderas de la zona de los bañistas, observamos que allí estaba un poquito mejor o simplemente más pequeño y decidimos surfear. Fue un baño rápido y cansado. Cogimos alguna ola, pero la corriente era tan fuerte que finalizamos el baño en una media horita.

Al día siguiente entramos en Verdicio. La marea estaba subiendo,  para entrar te tenías que tragar centenares de espumas, si las conseguías superar te encontrabas con unos impresionantes olones que la mayoría no abrían demasiado bien.

Allí tuve miedo, primero me quedé comiendo espuma a ver si conseguía alguna ola perdida en medio del  hervidero. Al final al ver a mi valiente hija coger una buena izquierda decidí animarme y entrar -los cerrotes me dan pánico ya que me recuerdan al día de mi accidente- Entré un par de veces y salí, en ambas ocasiones, rápidamente con la primera olita que vino.

Me sentí muy mala surfer, miedosa e indecisa. Delante de olas grandes hay situaciones que aún no se cómo solucionarlas y no consigo estar tranquila en el agua. Tengo miedo y ese miedo me crea una inseguridad que hace que cometa errores que se pueden pagar caros. Me doy cuenta que aún me falta mucho que aprender. Más tarde reflexiono e intento no ser tan dura conmigo misma. ¡En mi memoria guardo muchos días buenos en el agua! 

   

Después del baño fuimos a comer a casa Trabanco, un agradable restaurante, pero que debido a la situación de Covid hace que aún no disfrute plenamente de estos actos sociales.

En Asturias no puede faltar la montaña. En esta ocasión Júlia y Raúl nos prepararon una excursión muy especial.  Fuimos a la reserva natural integral del parque de Muniellos localizada entre los concejos de Cangas del Narcea e Ibias. Protege el robledal más grande de España y uno de los mejores conservados de Europa. Solo pueden entrar 20 personas al día y se ha de reservar con bastante anticipación. Hay dos rutas, la larga y la corta, decidimos hacer la corta de 18,5 km, ya que nosotros no somos buenos senderistas.

La primera parte del trayecto el sendero va bordeando el río y entre el musgo y los robles el paisaje es paradisiaco, pero a la que empieza a subir el camino es un pedregal y el paisaje es monótono. Después de tres horas y media de andar llegas a una negra laguna rodeada de matorrales, nada interesante. Hay dos lagunas más, pero decidimos no ir a verlas  ya que nos decepcionó mucho la primera. La vuelta fue más rápida y pudimos refrescar nuestros adoloridos pies en la fría agua del río.

     
Se acabaron los días asturianos y ya de vuelta a casa a disfrutar del Empordà, del medio metrillo mediterráneo, del paddle surf y de nuestro jardín encantado. Hace tres veranos que por las noches, entre junio y finales de agosto, el jardín se llena de “hadas”, la luciola lusitánica comúnmente llamada hada, una especie de luciérnagas voladoras que emiten luz propia y sus movimientos destellantes son mágicos. Cada noche, antes de ir a dormir,  me gusta pasear por el jardín entre esas resplandecientes “hadas” y bajo un cielo intensamente estrellado.


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